INSTINTOS HUMANOS Y ANIMALES
Un ternero a las dos horas de nacido ya puede valerse por sí mismo, gracias a la madurez de su desarrollo dentro del feto y a sus instintos. Un bebé humano ni siquiera a los seis meses puede sentarse, es por ello que de entre todos los mamíferos, los neonatos humanos son los menos desarrollados y desvalidos.
¿Por qué? Porque hace unos 2 MILLONES DE AÑOS, los ancestros del ser humano se irguieron en dos pies, en consecuencia, la pelvis de la mujer se fue estrechando y el cerebro, dada la evolución progresiva de nuestra prometedora especie, se fue agrandando.
Así, el feto tiene ahora el cerebro tan grande, que si se desarrollara más dentro del vientre materno, no podría salir.
¿Ahora, cómo alguien tan indefenso sobrevive?
Llorando [Y gritando]
EL INSTINTO DEL LLANTO
El instinto de llorar es más sofisticado de lo que se cree. Los bebés pueden alterar el tono y el volumen de su llanto dependiendo de la urgencia con la que necesiten de la atención de un cuidador, cuanto más agudo y fuerte un llanto, más menester es la atención. Ésta regla se extiende a todos los mamíferos.
El llanto de un bebé puede llegar aproximadamente a los 90 decibelios, e incluso puede igualar los 97 dB que produce una taladradora neumática.
El llanto del bebé es tan esencial para la supervivencia que puede "inducir" la producción de la leche materna. Alimento esencial en los primeros meses de vida.
Al bebé le encanta la leche materna, sin embargo, no le apetece cualquier alimento.
EL INSTINTO DE COMER CALORÍAS Y GRASAS
Amamos los huevos [anualmente, a nivel mundial se produce un billón de huevos], el azúcar [consumimos 600000 toneladas de azucar cada semana] y las patatas fritas [comemos 800 toneladas cada hora]. ¿Por qué? Porque son alimentos ricos en grasas y calorías: hace miles de años, sobrevivía también quien mejor se alimentase, y quien mejor se alimentaba consumía alimentos ricos en calorías y grasas: era la supervivencia del más gordo.
Es un instinto, porque aunque las espinacas y el resto de los vegetales sean muy saludables, no aprendimos a cultivar la tierra hasta hace unos cien mil años [los primeros hombres aparecieron hace más de cuatro millones de años]. A través de la evolución, aprendimos a distinguir los alimentos ricos en calorías y grasa, incluso en los parajes más desconocidos. De alguna manera sabemos qué alimentos pueden mantenernos vivos, y cuales nos pueden hacer daño, sólo por instinto.
Si una fruta nos sabe amarga, las 5000 papilas gustativas de la lengua nos dirán que la tenemos que escupir, porque bien pueda que sea venenosa, bueno, no todas las 5000 papilas que tenemos, pero si algunas de ellas. Esta es la explicación básica de por qué a los bebés y a los niños les agradan tanto los alimentos dulces, y por qué las verduras [que muchas veces pueden ser amargas o insípidas, en el mejor de los casos] no son apetecidas. Un bebé se guía más por instinto que por cualquier otra cosa.
[¿Sabiaís que las papilas gustativas sólo tienen 10 días de vida?]
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EL INSTINTO DE LUCHAR O ESCAPAR
EL MIEDO Y LOS INSTINTOS
¿Por qué le tememos a las arañas y a las serpientes?
Básicamente, porque deberíamos, es un instinto muy difícil de controlar, así como es casi imposible suprimir el miedo que sentimos hacia cosas que pueden quitarnos la vida.
Es por eso que en todas las culturas y continentes, nos percatamos de la presencia, por ejemplo, de una serpiente, casi al instante.
[El miedo a las serpientes es el miedo por excelencia.]
Nuestros instintos son automáticos, y por ende, más rápidos, es por ello que nos podemos percatar de una amenaza mucho antes de que seamos conscientes de lo que ella significa: en momentos de peligro cada segundo es vital.
LA DESCARGA DE ADRENALINA
Cuando vemos un peligro, digamos, una serpiente venenosa en una selva, llegan señales de alerta por el nervio óptico al cerebro, este, gracias a la espina dorsal, activa las glándulas suprarrenales que quedan, sí, muy cerca de los riñones, y descargan adrenalina. En una fracción de segundo nuestro cuerpo ya está preparado para afrontar un peligro. Gracias a la adrenalina, se bombea más sangre y respiramos más profundo, así, la sangre oxigenada llega a los músculos, prepárandolos para luchar o huir.
Todo esto ocurrió antes de que fueramos siquiera conscientes del peligro.
A esta respuesta instintiva se le conoce como RESPUESTA DE LUCHA O ESCAPE.
EL INSTINTO DE REPULSIÓN
Nos producen asco los piojos, las sanguijuelas, las larvas, las lombrices intestinales y los olores nauseabundos porque son signos de infección, de enfermedad, de posibles amenazas contra nuestra integridad. Somos más "conscientes" de este instinto a partir de los 4 años.
Este instinto es tan poderoso que incluso evitamos cosas que asociamos a infecciones y enfermedades, aunque sean perfectamente inofensivas, como una escobilla para inodoros nueva.
El instinto contrario al miedo. Nos permite arriesgarnos más allá de los límites para salvar nuestras vidas. Los nómadas se arriesgaban a enfrentar depredadores y malas condiciones para encontrar comida en nuevos lugares, y obtenían una recompensa: comida y refugio en nuevas zonas. De la misma manera en la que nuestra recompensa en los juegos de azar, como los de los casinos, es más dinero del que invertimos. El correr este tipo de riesgos viene con nosotros: Personas pobres, con ingresos de alredor de 10000 dólares anuales, invierten tres veces más en juegos de azar que personas con 5 veces más ingresos.